CHOCHÓ, TROMPO TRADICIONAL WAYUU
El trompo tradicional wayuu es elaborado con el fruto de una planta muy común en la zona llamado “Calabazo”. Los niños en compañía de los adultos elaboran sus trompos con el fruto de este árbol, el cual se perfora en uno de sus extremos y le sacan la pulpa que contiene por dentro, con agua caliente, le abren otro agujero en el otro extremo por donde le introducen una pequeña varita que será la punta o base del trompo, dicha varita es donde se envuelve la cuerda, la cual se ha de jalar con fuerza para que el trompo salte de su base y caiga al suelo bailando, emitiendo un sonido, un zumbido.
A continuación se presenta una lectura fantasiosa sobre como el wayuu aprendió a elaborar el trompo tradicional, disfrútenlo:
Aliita: La
leyenda de Chochó
En el norte de
la península de La Guajira, vivía un joven wayuu llamado Chochó, conocido por
todos como el mejor bailarín de Yonna, la danza tradicional de su pueblo. Su
destreza en el pioule era tal que, en cada evento, las jóvenes competían por el
honor de bailar con él. Sus movimientos ágiles y su profunda conexión con el
ritmo del kaasha (tambor wayuu) hacían que todos lo admiraran, y su fama se
extendía por todas las rancherías cercanas.
Una noche de luna llena, cuando las estrellas parecían danzar en el cielo, Chochó se dirigía a un baile en una ranchería vecina. Mientras caminaba por el desierto, envuelto en el sonido distante de los tambores, algo inusual ocurrió. De entre las sombras de los cactus y los arbustos, emergió una figura femenina. Era Puloui, un espíritu misterioso y hermoso, conocido en las historias antiguas como la guardiana de los misterios nocturnos. Puloui lo invitó a bailar bajo la luna, al ritmo de un kaasha que comenzó a sonar de manera misteriosa.
Hipnotizado
por su belleza y por el sonido de los tambores, Chochó aceptó. Bailaron juntos,
sus pasos eran tan perfectos que parecía que se fundían con la tierra misma. Pero
lo que Chochó no sabía era que aquello no era un baile común. Puloui había
preparado una trampa, pues quería llevárselo a su mundo, donde lo retendría por
siempre.
La danza se
prolongó hasta que, de repente, Chocho desapareció en el aire, sin dejar
rastro. En el lugar donde había bailado por última vez, comenzó a crecer un
árbol nunca antes visto por los wayuu. Su tronco era firme y sus hojas
brillaban bajo la luz de la luna. Pronto, ese árbol dio un fruto redondo,
fuerte y duro, al que los wayuu llamaron aliita (calabazo).
La
desaparición de Chocho dejó un vacío en la comunidad. Nadie sabía qué había
ocurrido con él, pero una noche, un anciano wayuu tuvo un sueño. En su visión,
Chocho le habló. Le reveló que su espíritu no había sido atrapado por Puloui,
sino que vivía dentro del aliita. Chochó le enseñó cómo preparar el fruto y
convertirlo en un trompo, un juego que traería alegría y unión a su gente.
Al despertar,
el anciano compartió el mensaje con su pueblo, y así, los wayuu comenzaron a
elaborar trompos a partir del aliita. Al jugar con ellos, sentían la presencia
de Chochó, como si su espíritu danzara una vez más en cada giro y cada
movimiento del trompo.
Desde
entonces, el trompo wayuu no es solo un juego, sino un símbolo del alma de
Chochó, el joven que bailó tan bien que su espíritu quedó inmortalizado en un
fruto. Y cada vez que un trompo gira, los wayuu recuerdan la leyenda del gran
bailarín y su último baile bajo la luna llena.
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